Integración universitaria latinoamericana: ¿utopía contra realidad?
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Resumen
En Europa son muchas las voces que critican los alcances y el funcionamiento de los programas Europeos (Bruno, 2010), en particular del ERASMUS para la movilidad estudiantil corta, una herramienta central para la consolidación de un Espacio Europeo de la Educación Superior. Son muchas, en eco, las que, en América Latina y el Caribe, reclaman la instalación de un espacio similar: la apuesta es, por ese medio, reforzar iniciativas compartidas para resolver problemas comunes, mejorar las capacidades instaladas en una perspectiva de cooperación solidaria e instaurar sociedades del saber. Pero, más allá de las declaratorias, del funcionamiento añejo de medidas de espectro continental o subregional (Didou, 2011) y de la expresión de buenas intenciones generales, en torno a las cuales ningún sector de opinión disiente radicalmente, conviene interrogarse sobre: ¿Qué ha cambiado desde hace dos décadas en la región cuando la firma de tratados de libre comercio e intercambios económicos preferentes acarreó la constitución de zonas de integración y/o libre tránsito de profesiones? ¿En qué medida la tan frecuentemente aludida “globalización” llevó a los gobiernos nacionales a promover una internacionalización efectiva de sus sistemas universitarios? ¿Cuáles han sido las iniciativas que han desencadenado cambios sustantivos y cuáles las que han sustentado un gatopardismo rampante? ¿Cómo, hoy, sacar lecciones de lo ocurrido para avanzar estratégicamente en la redefinición de una política de cooperación internacional, articulada sobre el rescate de fortalezas regionales/nacionales y la aplicación de programas movilizadores para los países que los impulsan y sus instituciones de educación superior?